lunes, 31 de marzo de 2008

HISTORIAS DEL CAMPING

María estaba pasando una semana de camping en la playa con dos amigas.Tenía 39 años y era una mujer de muy buen ver. Alta, con mechas rubias, largas piernas y cara agraciada. Tomaba el sol sola esa mañana, pues sus amigas se habían ido a la compra.
En bikini, tumbada en la arena, se encontraba maravillosamente bien. De pronto, algo rompió su tranquilidad. Un balón le dio en los pies.Abrió los ojos y cuando iba a quejarse vio a dos jóvenes bastante apuestos.“Perdone, señora, no volverá a ocurrir”, le dijo uno de ellos. María se incorporó y al hacerlo se le escapó una parte del bikini dejando a la vista una de sus tetas. Los chicos se quedaron parados mirándola y ella, con una sonrisa, les dijo mientras se ajustaba el bikini, “no creo que sea la primera teta que veáis”. Los dos se callaron, ruborizados, y a ella le vino la vena maternal. “Venga, que n o pasa nada, pero no me volváis a dar con el balón. Como castigo me podríais traer una coca-cola fresquita del bar. ¿De acuerdo?”, les propuso. Los chicos, que se presentaron como Luis y Gerardo, aceptaron y a en un par de minutos estaban de vuelta con el refresco. Se sentaron a su lado y se tomaron con ella un par de cervezas. Conversando le contaron que estaban en un apartamento de una cala de la costa, que se tendrían que ir allí al cabo de media hora, pues tenían que pasar por el banco a cobrar un cheque. Le propusieron que se fuera con ellos.
Que la invitaban a comer y por la tarde la traerían.
Que vería que agua más clara en la cala. María se sentía bien con los chicos.Miró la hora, las doce de la mañana. Pensó la excusa para sus amigas. Y les dijo “vale, me voy con vosotros.
Esperadme en el bar, que voy a ponerme algo encima”. Se fue, pasó antes por los lavabos, meó, y luego en la roulotte, se cambió de bikini, al tener el que llevaba muy sudado, se puso un pantalón ajustado, un polo negro y dejó una nota a sus amigas en la que les decía que se iba con una amiga de Denia que había encontrado en la playa. Le indicó a la vecina de parcela que echara una ojeada a la roulotte, aunque la había cerrado, hasta que llegaran sus compañeras.Pensando que era una locura lo que estaba haciendo, pero confiando en que no pasaría nada, se dirigió al bar.
Allí encontró a los dos chicos vestidos y se fueron los tres al parking a coger el coche.
Durante el trayecto bromearon, le dijeron que era muy guapa, ella les dijo que no se portaran mal, pero el que conducía la rozaba la pierna cada vez que cambiaba de marcha.Llegaron a la cala y allí Gerardo se fue al banco, mientras Luis y María José se bajaban a la arena. Se desvistieron, se quedaron en bañador y bikini y se metieron en el agua.
“No tengas miedo, que no está fría,”, la animó Luis al ver que ella dudaba. Una vez dentro del agua, Luis no pudo más, y se acercó a María. “Estás muy buena, me has calentado en la playa, déjame que te meta mano”, le susurró al oído. Ella le dijo que se estuviera quieto, pero él insistió. La tomó de la mano y se dirigieron a un lugar donde no había nadie bañándose. Allí, sin que valieran de nada las protestas de ella, la agarró de la cintura con una mano y la estrechó. María sintió humedades en su entrepierna. La estaba poniendo aquel chico. No quiso pensar más y por eso cuando él empezó a bajarle el sostén del bikini le dejó hacer. “Cuando te he visto antes la teta he deseado sobártela como un loco”, le contó. Ella sonrió y se sintió bien mientras el chico la manoseaba tocándole los pezones y apretando sus pechos.
Mientras, con una osadía irreconocible en ella, María le palpó el bañador agarrándole el pene por encima del mismo. “Estás para follarte aquí mismo”, le dijo él sintiendo la enorme erección que tenía con el sobo que le daba la mujer. Se besaron apasionadamente en la boca, cruzando sus lenguas, ella metió su mano dentro del bañador del chico, le cogió la enorme y dura polla que tenía y empezó a meneársela. El le metió mano en la braga del bikini y le introdujo dos dedos en el coño, que chorreaba de flujo.
Abrazados así, en medio de un fuerte magreo, de pronto ella sintió el semen caliente del joven en su mano. Se había corrido el chaval. Le sonrió amigablemente y le dijo “te has precipitado, bandido”. El se enfadó y le dijo que quería penetrarla después. Ella dijo que no, que con lo pasado ya había bastante.En esa discusión estaban cuando Gerardo les llamó desde la orilla. Y dándose un chapuzón para quitarse el semen y el flujo, se fueron a buscarle. Llegaron pronto, se vistieron en los vestuarios, y ella sólo se puso unas bragas como ropa interior, prescindiendo del sujetador.Comieron en un restaurante caro de la cala. A ella, con su ceñido pantalón y su polo negro en el que sus tetas bamboleaban, la devoraron los tíos que habían sentados en todas las mesas cuando pasó hacia la suya.
Todos desearían follarte, ¿te das cuenta cómo te miran?”, le dijo Luis al oído. Ella le dijo que se callara, que no fuera malo. Tomaron una paella de langosta, con entradas de marisco y dos botellas de blanco bien frías. María sabía que no la iban a llevar después de comer a su camping, y asumió que tendría que darles una ración de sexo para poder volver pronto. Nadie lo iba a saber, eran dos chicos que estaban de turismo y no los vería más. Con estos pensamientos rondándola, salieron del restaurante, eufóricos por la comida y la bebida tomada, y se dirigieron al apartamento de los chicos.Una vez dentro, María se dio cuenta de lo bonito que era. Se lo comentó pero ellos no estaban para esas conversaciones. La invitaron a sentarse en el sofá verde que había en el saloncito y cada uno de ellos se sentó a un lado de ella. “Hacer conmigo lo que queráis pero no seáis brutos. Y no os corráis dentro del coño, que no tomo pastillas”, les pidió. No le respondieron y comenzaron subiéndole el polo para que sus pechos quedaran a la vista. Cuando lo hicieron cada uno se dedicó a lamer y chupar uno de ellos, y ella se sintió muy bien con esta sensación en los pezones, con dos lenguas y unos dientes atacándolos a la vez. Luego, le sacaron del todo el polo y le quitaron el pantalón. “Bájate tú misma las bragas, puta”, le dijo Luis. “¿Por qué me hablas así?, no me llames puta”.Luis, cabreado por su corrida en el agua le repitió, “que te bajes las bragas, puta”. A ella, en lugar de enfadarla, le excitó el tratamiento y sonriente se bajó las bragas y las dejó en el suelo. Abrió luego las piernas y les invitó a que le tocaran el coño. Los dos le metieron dedos hasta el fondo de la vagina, que era un charco de humedad. “Estás caliente, puta de mierda”, le decían ahora ya los dos. Le estiraron los labios de la vagina, se la lamieron. Le siguieron trabajando las tetas y después, desnudos los tres se pusieron de pie y la estrecharon en medio de los dos chicos. Las dos pollas las notó María delante y detrás, estrujada por los chicos. Caliente como una zorra estuvo a punto de correrse con tanto frotamiento de coño y de clítoris que le estaban dando. Cuando se iba a correr pararon y la llevaron al dormitorio. Allí se puso debajo Luis, ella le montó y Luis le clavó la polla hasta el fondo de la vagina. Por detrás, después de lamerle el ano unos minutos, Gerardo se la metió por el culo también hasta los huevos.Ella se corrió con las dos pollas en sus entrañas. “Me vais a romper, brutos, pero seguid, seguid”, les dijo en medio d e su orgasmo.Como si estuvieran sincronizados, los dos chicos se corrieron a la vez. Luis, como había prometido, la sacó antes de hacerlo y se corrió en la barriga de María,Gerardo lo hizo dentro del culo, notando ella un chorro de semen tremendo que la inundaba el ano.Descansaron unos minutos y entonces llamaron a la puerta. Ella se sobresaltó. “Son dos amigos, Roberto y su padre, que están mucho tiempo sin follar. Y les he dicho que vinieran, que teníamos una señora muy complaciente. Son también de nuestra tierra y también se van mañana por la mañana”, le explicó Gerardo. María se enfadó, protestó, pero sin conseguir nada con ello. Volvieron a llamar los invitados impacientes y les abrieron por fin. María estaba desnuda en el sofá, sin importarle ya nada, sonriendo ante su destino de hembra a merced de los machos. Los nuevos se acercaron, la saludaron y dijeron a los chicos, “verdaderamente es una mujer apetecible. ¿Os la habéis tirado ya, verdad?”. Le contestaron que sí, pero que pensaban repetir. “Podemos hacerlo los cuatro con ella. Es un tía de puta madre”, dijo Gerardo. María se levantó. “Voy a hacer pipi”, explicó. Se metió en el lavabo, pero no cerró la puerta. Le daba igual si la miraban o rinando. Estaba lanzada y no se conocía a sí misma. Se puso a mear de pie y al momento se sonrió cuando al volver la cara encontró a los cuatro tipos observándola con atención. Se pasó un dedo por la raja y le dijo a uno de los nuevos, al padre: “¿quieres saborearlo, bandido?”. El hombre se acercó y ella le dio el dedo. El lo chupó con ansia. “Sabe a flujo y orina, guarrona, pero está bueno”, le dijo.Al salir del lavabo le gustó la visión de los cuatro machos en celo poniendo cara de salidos y ansiando poseerla. Se acercaron a una escalera del duplex, una escalera blanca, y allí María se puso encima del padre de Roberto quien la penetró por el coño. Con sus dos manos masturbó a la vez a Gerardo y Luis, mientras Roberto viendo la escena se masturbaba solo. Así iniciaron una sesión de sexo salvaje en la que la que todos la penetraron, a todos les chupó la polla, recibió en una ocasión dos pollas a la vez en el culo, se corrieron en su cara, su ano y sus tetas. Como espectáculo fue tremendo. Ella gozada por sus agujeros a plenitud. En algún momento tuvo una doble penetración de coño y ano, mientras chupaba dos pollas a la vez, recibía azotes en las nalgas y le estrujaban las tetas con saña. Después salieron al jardincillo y allí siguieron disfrutándola como cuatro toros en celo. La obligaron a que les lamiera el culo a los cuatro, que dejara que t odos se mearan dentro de su ano. Uno la enculaba, se corría, se orinaba y dejaba paso al siguiente. Su agujero del culo acabó muy dilatado rebosando semen y pipi. Se sintió desfallecida con tanto ataque sexual. Y quedó echada desnuda en el césped del jardín. Preguntó la hora. Eran las seis, y llevaban desde las tres de la tarde en orgía frenética. Le dolían las nalgas, le sangraban los pezones – Roberto se los mordió con fuerza cuando se corrió -, le dolía mucho el coño, desde el clítoris hasta los labios de fuera.Los tres chicos se fueron dentro del apartamento a tomar unas cervezas. El padre de Roberto quedó tumbado al lado de ella en el jardín, la tomó en su regazo y María Luisa se durmió profundamente, exhausta por la paliza sexual que había recibido. El hombre la estuvo acariciando las tetas mientras dormía. Cuando se despertó, una hora más tarde, preguntó si tenían una crema para aliviar el dolor de sus intimidades. Le dieron una muy buena y se la aplicó antes de vestirse. Gerardo no le dejó ponerse las bragas. Se las quedó de recuerdo. Y el padre de Roberto se quedó la braga del bikini, que olía a flujo y sudor. Se despidió de todos, con besazos en la boca, les hizo prometer que no contaran nada, y luego Gerardo y Luis la llevaron al camping. La dejaron en la entrada. Y ella se inventó una historia que nunca supo si sus amigas se la creyeron cuando se la contó.

2 comentarios:

TarracoChil dijo...

Hola,
te descubrí gracias al blog de mi amigo el Bombero. Excelente blog el tuyo...espero verte en el mio.

Saludos de un nuevo fan!

SPANSULSLASCIVA dijo...

gracias, besos lascivos para ti...